El reto de abrir camino a las start-ups sociales para garantizar su sostenibilidad

Una vivencia personal que se acaba convirtiendo en un modo de vida. Numerosas compañías nacen de puntos de inflexión de sus fundadores, más en el caso de las que tienen un fin social. Es lo que le sucedió a Alberto Cabanes, fundador y CEO de la start-up Adopta un Abuelo, que decidió dejar su trabajo como consultor para ser un emprendedor social tras ‘adoptar’ a Bernardo, un compañero de residencia de su abuelo sin descendencia.

De acompañar a Bernardo a desarrollar una start-up que ha crecido hasta estar presente en 21 ciudades y contar con más de 6.000 voluntarios en lista de espera de 12 países. Un periodo en el que ha pasado por numerosas fases, desde comunicar a su familia que dejaba un trabajo estable y convertir un vídeo en viral a replantearse el proyecto ante la falta de financiación. “Los emprendedores solo entienden de dos emociones: el éxtasis o el fracaso”, bromea al recordar los meses más duros en la tercera edición de KPMG Talks, gente extraordinaria.

Pese a la dificultad de algunos momentos, Alberto Cabanes puede presumir de liderar un proyecto que le ha llevado a estar incluido en la lista Forbes de los 30 talentos menores de 30 años más prometedores de España. Y es que más allá de una ONG, su objetivo es desarrollar la mayor start-up social de acompañamiento de personas mayores del mundo.

“Aunque Adopta un abuelo sea un proyecto social yo le doy un enfoque muy corporativo desde el punto de vista de Governance, Risk Management… No nos podemos olvidar que los proyectos sociales deben ser sostenibles”, explica el que fuese consultor en KPMG durante más de tres años.

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Para asegurar la sostenibilidad de este tipo de proyectos, Alberto Cabanes apuesta por profesionalizar las start-ups sociales. “Podemos hacer servicios y productos muy buenos, con impacto en la vida de las personas, pero es fundamental asegurar la sostenibilidad. Y esto solo lo podemos garantizar con la profesionalización: disponer de los mejores profesionales para que aporten valor”, asegura.

Sin embargo, el proceso de convertir una buena idea en un proyecto sostenible suele encontrarse con el escollo de la financiación. “En ocasiones, cuentas con un volumen de actividad que no se refleja en los ingresos”, explica Alberto Cabanes, que huye del concepto de ‘pelotazo’ en las start-ups. “Prefiero el trabajo constante y que lo que hagamos tenga un verdadero impacto social. Me gustaría que hubiese más emprendedores sociales que quieran mejorar la vida de las personas transformando las organizaciones”, subraya.

En este sentido, Alberto Cabanes reclama a la Administración que facilite el emprendimiento. “La tarifa de autónomo es muy elevada, y como país tenemos que plantearnos qué tipo de apoyo queremos dar a las empresas”, afirma, al tiempo que se muestra convencido de que las start-ups sociales “van a ser las inversiones del futuro”.

“Lo social tiene que estar en el ADN de las empresas”, asegura, aunque recuerda que la legislación actual solo ofrece la posibilidad de establecer una empresa o una ONG. Además, confía en las alianzas entre las empresas emergentes y grandes compañías. “Están a la orden del día y tiene que haber más: la innovación procede de las start-ups”, sostiene.

De hecho, Alberto Cabanes tiene previsto lanzar una app en los próximos meses para cubrir la gran cantidad de peticiones que recibe a través de la tecnología. Una aplicación que, basándose en un proceso de selección exhaustivo, pone en común a los voluntarios y a los ‘abuelos’ en adopción. “Cualquier residencia del mundo podrá contratar esta aplicación, y si en la actualidad hay seis millones de personas mayores viviendo en residencias, espero llegar a los seis”, asegura.